Cabezazos

Podría uno recordar todas las noches, incluso esas en que no pasa nada.

Pegartelas en el derecho, para mas tarde vanagloriarte, ni siquiera hacer uso.


Siendo iguales se mezclan,

para encontrar lo que viste.


Las neuronas, como volantes de cosas innecesarias,

circundando las ciudades, acaban en los basureros, se los traga el camión.


Caminan por esas calles de serpentinas y barro, no hay fiestas reales,

no celebran, a penas hay sonrisas,

no se les ven los dientes,

ni se les arrugan los ojos.


El domingo no se acaba.

Y caminan desafiando la ciudad,

obligan a los postes de luz y a los choferes,

cierran y abren portales; se sientan.


Borrachos, como pocos, se sientan.


Dolor de pezón

Me acosté patas arriba en el rincón, junto con la entrepierna de la señora de al lado.
Eran maravillas y petunias, pero parecían secas.

Se cansaban en la mañana,
se acostaban de lado,
no dormían, porque le dolía un pezón; el racional y lógico.

No la mordieron,
lo perdió en batalla ajena, de esas en que no se empieza.

Y cansada de no calzar en la silla,
se sentaba acostada para entender la forma de la cama.

Pero la cama no entiende de dolores,
no porque no tenga pezones,
si no que, en su pecho guarda ardores,
con ellos quema sábanas,
y roba sillones.