Mal

A veces los peces se caen del cielo y se incineran como las pestañas cuando fumamos,
yo creo en la rebelión de lo racional, y se que hay parejas para explicar todo, pero también, ahora quiero vomitar.

Soy como copos de nieve que no se derriten porque la piensan mucho antes y también tengo la pena tan encerrada que me hace tajitos de los músculos a la piel.

Asumir lo que escribiste cuando escribias realmente mal, asumir que las cosas no son palabras y sentir como cada consecuencia fue lo que no tenía que seguir. Por haberlas tratado como tangibles, sin tener una mente tan errática y con los ojos cerrados se puede entender más, pero no es la idea.

Árboles de noche

Te extraño Carolina, te extraño tanto que los dedos, más que agua, se vuelven esponja con lavalozas, rebosante en limpieza.

Te extraño Carito de mi corazón, que como pocas abrazabas las noches en que te llenabas de bichitos en la cara, y aunque estabas acostada, la luz que te pegaba en el ojo podía volverse consuelo.

Yo no quiero, yo no voy a extrañar más.
Para extrañar hay que tener necesidades, y yo, como falacia le rozo la cara al viento, sólo eso.
Tengo ocupaciones más importantes.

Y como barco subo al ojo de un yo que no soy yo, si no que se desprende de otro mar, y que como cielo se junta con los arboles, esos que nunca pude oler.
El eucalipto como base de la inconsciencia universal se come mis manos, las vuelve ojos tuyos, que menos míos que la culpa, se enganchan.

A veces me detesto.

Carito de mi columna eterna, ya no somos como antes, y te pido un suspiro.

Dolores es un bonito nombre

Usa el papel higiénico, vende productos dietéticos.
Recogen colillas en el centro, pero bota las manchadas con Rouge.

Los contactos del msn que ya no hablan, pero no se borran.

Se queda mirando la gente de la micro, aunque sea feíta.

Cuando pasa, las paredes tientan la cabeza, y se quiere puro azotar.

No se deja, se autoprotege, se teme en secreto, y se venga aniquilando las células decisivas, para teclear sin dislexia, para tomar desiciones bursátiles.

Se protege encrispada como gato, como enferma de televisión, vomitando practicos Tips.

La elegancia la lleva en los calzones, en su estampado, y es que se ríe por teléfono, y se frota la barba, se come las uñas, se enciende a lo Bonzo, y no se marea.

Día número uno.

Estoy tan aburrida que se me caen las letras, las agarro con el dedo chico del pie izquierdo, pero se caen igual.
No me aburro de inteligente, no me aburro de bacán, sólo me aburren.

Es que falta mucho tiempo.
Es que el tiempo no existe.

Es irónico nuestro enfoque,
estamos paralelos a nosotros mismos, y a todo.
Lo que sentimos es mentira, por eso soy honesta, y me aburro.

Me aburriría incluso lúcida, incluso dormida me aburriría.
Me aburro de llena, de vacía, y de enajenada.
Me aburro.

No quiero ver la tele, eso si que es fome,
la constancia es lo que más me aburre.
Me aburre pensar demasiado,
y ser estúpida, es lo mismo.

Entonces, ¿qué puedo hacer?, ¿a caso, aburrirme?
Entonces sonrío, y me aburro.

Sin recoger mi cuerpo, camino, y me aburro .

Tu cadaver era exquisito

Te sacan sangre y cagai,
y ese hambre que deja, no se alimenta con música en formato mp3,
esos brazos que refuerzan, son como espinas que se clavan, -de ahí lo de la sangre-.

En esos momentos de muerto por fin te conozco,
porque como pocos, me das la espalda frente a frente,
me amarras con el fin; complejo, vestido siempre de negro.

Como anestesia te lamería las caderas,
te besaría los pechos,
te sentiría cuando entro.
Para dejarte:
Débil, comiéndote las uñas,
loca, escribiendo sin comas,
con calma atravesando el vaivén.

Así se que estamos acá.
Así puedo dejar de ver películas.
Así te dejo entrar.

Y el suelo como suelo del cielo nos abraza, se derrite en puntitos como sudor.

Cabezazos

Podría uno recordar todas las noches, incluso esas en que no pasa nada.

Pegartelas en el derecho, para mas tarde vanagloriarte, ni siquiera hacer uso.


Siendo iguales se mezclan,

para encontrar lo que viste.


Las neuronas, como volantes de cosas innecesarias,

circundando las ciudades, acaban en los basureros, se los traga el camión.


Caminan por esas calles de serpentinas y barro, no hay fiestas reales,

no celebran, a penas hay sonrisas,

no se les ven los dientes,

ni se les arrugan los ojos.


El domingo no se acaba.

Y caminan desafiando la ciudad,

obligan a los postes de luz y a los choferes,

cierran y abren portales; se sientan.


Borrachos, como pocos, se sientan.


Dolor de pezón

Me acosté patas arriba en el rincón, junto con la entrepierna de la señora de al lado.
Eran maravillas y petunias, pero parecían secas.

Se cansaban en la mañana,
se acostaban de lado,
no dormían, porque le dolía un pezón; el racional y lógico.

No la mordieron,
lo perdió en batalla ajena, de esas en que no se empieza.

Y cansada de no calzar en la silla,
se sentaba acostada para entender la forma de la cama.

Pero la cama no entiende de dolores,
no porque no tenga pezones,
si no que, en su pecho guarda ardores,
con ellos quema sábanas,
y roba sillones.