Árboles de noche

Te extraño Carolina, te extraño tanto que los dedos, más que agua, se vuelven esponja con lavalozas, rebosante en limpieza.

Te extraño Carito de mi corazón, que como pocas abrazabas las noches en que te llenabas de bichitos en la cara, y aunque estabas acostada, la luz que te pegaba en el ojo podía volverse consuelo.

Yo no quiero, yo no voy a extrañar más.
Para extrañar hay que tener necesidades, y yo, como falacia le rozo la cara al viento, sólo eso.
Tengo ocupaciones más importantes.

Y como barco subo al ojo de un yo que no soy yo, si no que se desprende de otro mar, y que como cielo se junta con los arboles, esos que nunca pude oler.
El eucalipto como base de la inconsciencia universal se come mis manos, las vuelve ojos tuyos, que menos míos que la culpa, se enganchan.

A veces me detesto.

Carito de mi columna eterna, ya no somos como antes, y te pido un suspiro.