La cama se desarma entre las sabanas y esconde pies que no caben en mis alas.
Uy, un cadaver exquisito.
Yo creo en la ley de mi indiferencia, rozo mis piernas con la comunión insignificante del respeto humano, y me carga latín.
Pensabamos que las universidades podrían desnutrir nuestra insignificancia comunicacional y enseñarnos a tejer a las mujeres, pero no, me encontré con evángelicos y criterios descoloridos que no me hacían pensar de forma crítica, ni sentir con orgullo los lentes en mis pómulos, me hacían analizar.
Y psicoanalizar es como mentir pero mas musical, y en ese intercambio me pareció que podía andar en bicicleta para siempre, y se necesita ese desorden.
Yo lo llamo problema mágico comunicacionel de primera entre montones de juguetes en una de mis navidades pasadas.
Ya no me dan miedo los payasos.
Hace 10 años